lunes, 20 de julio de 2009

Cómo evitar las consecuencias.

En política economía uno puede hacer casi cualquier cosa, excepto evitar sus consecuencias. Las medias de “administración de precios”: fijación de precios máximos y otorgamiento de subsidios para disimular la inflación, generalmente terminan mal. Pero muy mal. Y el actual aumento de tarifas no parece ser la excepción.

Numerosos ejemplos de la historia dan cuenta que la manipulación indiscriminada y crónica de los precios, produce una alteración similar a un mal funcionamiento del sistema de semaforización de una gran urbe. Si las señales de tránsito dejan de o emiten señales de colores insólitos, las decisiones que tomará la gente son impredecible: la cantidad de accidentes, destrucción de bienes y pérdidas de vidas aumentará exponencialmente.

Si la alteración afecta desproporcionadamente a un sector como la clase media, la situación se agrava: a) Sus miembros tienen comprometido casi 100% de sus ingresos en el mediano y largo plazo (compras en cuotas, créditos hipotecarios, etc.), por lo tanto cualquier aumento brusco del precio de un bien que es relativamente inflexible a la baja (electricidad, gas, etc.) inevitablemente se hará a expensas del consumo de otros; b) Poseen muy baja capacidad de ahorro, por lo que no pueden usar esos montos para hacer frente a los aumentos; c) Los bienes y servicios que dejan de consumir generalmente son los menos imprescindibles, pero que habitualmente son los mayores demandantes de mano de obra, luego aumentará la desocupación; y d) En un sistema tributario como el nuestro la recaudación fiscal caerá, dejando inerme al estado para contener los reclamos de los más humildes, e imposibilitado de practicar alguna medida de redistribución de la riqueza.

Si le sumamos que los aumentos son en una magnitud tal que roza lo irracional, el problema deja de ser meramente económico, para transformarse 1º en social: la gente reaccionará con indignación, y se sentirá atrapada en un “corralito” en vez de financiero: tarifario; y 2º en político: una combinación explosiva de efervescencia ciudadana y debilidad fiscal, hará que la gobernabilidad sea muy dificultosa: nace una nueva pulseada “tipo campo” ¿Cómo terminará?

Ya hicimos “cualquier cosa” y, ahora: ¿evitaremos las consecuencias? A este autito chocador se lo rompió el volante: ¿tendrá marcha atrás?